Del prólogo de María
del Mar Mañas a Alba Grey extraigo
dos citas de Elisabeth Mulder. La
primera, de un artículo (“Interpretación novelística de la realidad”) aparecido
en el número 122 de Ínsula (enero de
1957):
Para el novelista las ideas pasan a ser verdaderamente claras cuando adquieren ojos, boca, alma, circunstancias, atmósfera. Es decir, cuando se transforman en personajes. Y no al revés. El personaje esclavizado a una idea para servirla tiene siempre algo de fantasma, y las novelas, las buenas novelas, no se escriben con apariciones fantasmales, sino valiéndose de los más “vivos” y “sanguíneos” en el sentido de la vitalidad novelesca, claro está, de robustez literaria.
Es bueno saber, en efecto, cuándo una novela nos gusta por
sus ideas (y puede ser un producto mediocre) y cuándo porque ha conseguido
crear unos personajes interesantes, aunque puedan encarnar ideas discutibles. Fantasmas
son, a mi modo de ver, los personajes de Unamuno;
y son sus personajes “vivos y sanguíneos”, aunque encarnen ideas, los que
elevan al Olimpo a Tolstoi o a Dostoievski, por ejemplo.
La segunda cita, para otro día.
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