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Por cierto, que lo peor de esa moral constitucional es que obligará a jueces, ginecólogos o geriatras a tragarse sus morales privadas, que es como llaman al derecho a no practicar abortos, eutanasias o parodias de matrimonio. Tragárselas o dedicarse a fregar suelos. La moral privada no se puede imponer. La otra sí, al parecer.
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De todos modos, el 17 de octubre muchos nos echaremos a la calle para tratar de imponer, de nuevo, la intocabilidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
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