01 junio 2009

Esch o la anarquía


Creo que me alegro de no entender bien lo que pasa por la cabeza de este tipo, Esch, y que Broch nos desarrolla en sus largas parrafadas. (Aquí se anuncia ya, en efecto, la diarrea mental de La muerte de Virgilio, aunque la mayor parte del volumen siga siendo de carácter narrativo). Digo que me alegro porque tal vez el no entenderle se deba a que uno tiene firmes asideros espirituales, desde los cuales resulta difícil comprender la situación o, por mejor decir, las idas y venidas, los trompicones, los devaneos mentales de estos individuos. Se habla aquí con frecuencia de un Redentor, así, con mayúscula incluso, y de hecho la pelea de Esch es por la libertad y la justicia, la libertad y la justicia que personifica el Redentor que ya vino y que todos estos personajes parecen no querer ver. "Me han abandonado a Mí, que soy fuente de agua viva..." y las cisternas y aljibes que han construido se han venido abajo y ahí están, "sonámbulos", pedaleando en el aire. Y así, la novela presenta la aridez de las de Kafka, no por pobreza de estilo, ciertamente, sino por la impresión de infierno en vida que transmiten sus acciones.

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