-Escríbele una carta tranquila, razonable y consoladora -dijo Carlota.
-Para eso, más vale no escribir nada -repuso Eduardo.
-Y sin embargo -repuso Carlota-, te aseguro que en muchos casos es necesario y más propio de un amigo y desde luego mucho mejor escribir no diciendo nada que no escribir.
(En Las afinidades electivas, de Goethe)
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