Quien piense que son de ahora, vea lo que pretendía Joaquín Costa a fines del XIX:
En vez de geografía, recorrer la ciudad, la provincia, el país, el mundo entero; en vez de historia, ir a los escenarios donde se desarrollaron los hechos; en vez de laboratorio, la naturaleza. [La escuela] tiene que actuar al aire libre, tiene que aspirar la vida a raudales, difundiéndose como la sangre por todos los conductos y arterias de la vida social.
Era el Congreso Nacional Pedagógico de 1882. Un maestro madrileño, Ildefonso Fernández y Sánchez, dio la réplica pertinente: a leer no se aprende contemplando auroras boreales.
No está mal. Si alguna vez fundo un colegio, le pondré el nombre de este señor que no ha pasado a la historia, sin duda por no tener tiempo de imaginar cuentos de hadas.
Por cierto, lo cuenta José María Marco en Francisco Giner de los Ríos. Pedagogía y poder.