Son ya innumerables las novelas escritas sobre el nazismo alemán, ese fenómeno político tan sombrío como sorprendente para quienes pensaban, de las luces para acá, que las ideas sólo podían reportar progreso y felicidad. Muchas de esas novelas se quedan en la superficie de los horrores, pero son pocos los que realmente aportan claves para explicarse lo que sucedió. Odón von Horváth es contemporáneo de los grandes, de Kafka, de Musil, de Broch, de Mann, y su Juventud sin Dios puede reclamar un puesto junto a las obras esclarecedoras de todos ellos. El título puede mover a espanto, al hacernos pensar en un burdo reaccionario que nos recuerda los sermones de nuestras abuelas. Sin embargo, tanto los personajes como la trama de esta novela nos ayudan a penetrar en las razones profundas del fenómeno totalitario y nos alertan sobre la repetición posible de los horrores. Porque el título es, en efecto, claramente significativo de lo que va a transmitirnos el autor, pero con matices más sutiles de lo que esperábamos. Y además, cualquier profesional de la docencia, en el año de gracia de 2000, puede reconocer a sus alumnos en estos monstruitos sin alma que el protagonista anónimo tiene a su cargo. La novela está narrada con un estilo que podríamos llamar profético o nietzscheano, con frases cortas y lapidarias propias de quien sabe que está viviendo una crisis histórica de enorme magnitud, y su trama policíaca resulta insólita en una obra de estas características, pero es una trama al servicio de una intencionalidad más profunda, como ocurre en Crimen y castigo.
[Nota redactada en diciembre del 2000. La colección Austral había editado la novela por esas fechas.]