Ha triunfado [en los años de la democracia] el reverso abyecto de la cultura hispánica, aquello contra lo que ha luchado sin tregua, su peor pesadilla. Lo más chusco: que nos han dicho que ése era el precio de la convivencia. Los españoles se lo han creído, porque les convenía creérselo. Aceptado eso, cualquier intento de rectificación -en rigor, la cultura española en su más alta aspiración- resulta ridículo, pretencioso. ¿Quién se atreve hoy en día a reconocerse en un santo de los pintados por el Greco, en un ilustrado de los retratados por Goya, en un soñador de los de Murillo? Y para qué hablar de la mirada de los personajes de Velázquez, de esa interrogación muda, infinitamente inteligente, acerca de la exigencia del ser hombre...
José María Marco, La libertad traicionada
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