Porque cuando yo hablo de posesión y entrega, no hablo de lo mismo que cuando se alude a la cópula: hablo de una entrega que es un simple movimiento del ser, que es una emisión de voluntad, semejante al acto de asumir la vida, semejante al primer respiro de voluntad ante el mandato de ser. Y semejante en lo que la vida tiene de eternidad. Eso que es la vida y que sabemos que tiene principio, es vida en tanto que se siente como sin fin y sin límites. Así, el amor, se inaugura en un momento dado, pero mientras está vivo no concibe fin ni fronteras. Reconocer un grumo de finitud, es como delatar un tumor en el organismo de la unión.
Santiago, en La sinrazón, de Rosa Chacel (novela densa y difícil, aviso)