En lo que le conozco, Manuel Halcón me ha dado siempre la impresión de que escribe para sus lectoras de Semana. Por ejemplo, aquí, Costa del Sol, lujazo aristocrático, historia rosa con varios pares de cuernos de por medio... Sin embargo, reconozco que se trata de una buena novela erótica, sin una sola línea de sexo explícito, como hoy se dice, y con una buena disección de los procesos amorosos, que resiste la comparación con las novelas sentimentales de los siglos de oro o con el mejor teatro lopesco.
Es una pena que el matrimonio resulte aquí banalizado frente al puro eros, hasta el punto de que los personajes utilizan el verbo anular en reflexivo, como si se tratara de divorciarse: "te anulas", "se anuló"... Anulación como sustitutivo del divorcio en la España de Franco, frivolidad muy aristocrática y muy real, tristemente. Halcón parece aceptar la hipocresía como tributo rendido a la virtud, según el tópico, ya que los personajes nunca abandonan su práctica religiosa ni su fe, aunque esta parezca más temor reverencial que otra cosa. Y mira (esto ya me lo imagino yo) con un gesto de señorial superioridad a quienes condenaban esa hipocresía sólo para, más tarde, instalarse en el cinismo, una vez asaltados los tronos de la burguesía y aparcadas las soflamas revolucionarias.
Nota redactada en julio de 2007