03 febrero 2011
El abuelo
"El mal... es el bien?, reflexiona Pío Coronado al final de esta novela dialogada. Claro está que no, pero Dios puede sacar bien del mal, y ese es el fondo del drama. Por otra parte, el bien no lo representa un papanatas que nunca hace mal a nadie y que sería capaz de quitarse la vida para acabar con el sufrimiento que le causa su bondad, tal es don Pío. Dios actúa aquí mediante la conversión de Lucrecia Richmond y mediante Dolly, la nieta ilegítima que, sobre ser tan angelical como su hermana Nell, se muestra dispuesta al sacrificio de una vida confortable por amor a su abuelo. Mientras todos querrían aparcar al viejo aristócrata en una jaula de oro, pensando además que le hacían un bien, sólo Dolly comprende que lo que necesita el abuelo es la compañía de alguien que le quiera de verdad. La confesión trae la paz a Lucrecia, la madre casquivana, pero sólo el rasgo (posible tan vez como efecto de esa paz, de esa gracia) de permitir a Dolly vivir con su abuelo posibilita el final feliz. En el que se incluye, por supuesto, la renuncia del viejo a sus prejuicios de clase.
José Luis Garci estuvo inspirado cuando pensó en Fernando Fernán Gómez para su versión cinematográfica. Leyendo la novela no podemos imaginar al altivo y a ratos insoportable conde de Albrit más que con la cara del actor español.
Nota redactada en julio del 2010
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