21 diciembre 2010
La Galatea
La lectura de esta obra ha tenido la dudosa virtud de quitame la convicción de que cualquier cosa escrita por Miguel de Cervantes sería un recreo para el espíritu. Al parecer, durante mucho tiempo se consideró que se trataba de un ejercicio de juventud de don Miguel, sin que aportase nada significativo a la literatura ni nos mostrase ya un Cervantes con personalidad. López Estrada, en esta edición de Cátedra, trata de romper ese tópico, pero no ha logrado su propósito, al menos conmigo.
No digo que el español de Cervantes no brille a gran altura, que brilla, como en todo lo demás. Digo que necesita un soporte narrativo sólido para poder producir alguna emoción. Y aquí sólo tenemos esas convencionalísimas aventuras (¿aventuras?) amorosas que tanto le gustaron siempre, y que hoy por lo general nos dejan fríos. Convencionales aventuras amorosas que se van entrelazando hasta hacerse difícil distinguir personajes, recordar a qué episodio pertenece cada uno y recordar cuál fue su buena o mala ventura. El interés no compensa el esfuerzo, aunque López Estrada quiera facilitárnoslo añadiendo un índice de personajes y otro de tramas.
Creo que lo mejor que tiene este libro son los poemas. Para ser de esos que Bécquer llamaba "una melodía que crece, se desarrolla y muere", o algo así, se leen con satisfacción ("una sonrisa de satisfacción", sí).
Nota redactada en septiembre del 2005
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