--Pintan su visión interior y se esfuerzan mucho si son honestos, aunque no todos lo son, ni mucho menos, pero se guían únicamente por sí mismos, sin apoyarse en la religión ni en el mito y, lógicamente, lo que cada cual encuentra en su interior sólo es revelador para sí mismo, en la mayoría de los casos. Estos buscadores solitarios caen fácilmente en la impostura, porque no hay nada tan fácil de simular como la visión interior, señor Cornish. Fíjese en esos deteriorados frescos que hemos visto por la mañana: quienes los pintaron, Rossetti, Morris y Burne-Jones, tenían una visión interior trabada en la leyenda y eligieron plasmarla en imágenes del Grial y en mujeres de belleza sensual y ojos del color de la endrina, a medio camino entre la Madre de Dios y las orondas queridas de Rossetti. Los modernos, en cambio, tocados de la cabeza por la horrible guerra mundial y pertrechados con lo que hayan podido entender de Sigmund Freud, buscan la sinceridad como posesos. Estan hartos de lo que entienden por Dios, pero lo que encuentran dentro de sí mismos es tan personal que a la mayoría de la gente le parece puro caos. Aun así, lo que plasman en la tela no es simplemente caos, sino crudos fragmentos de psique. No resulta bonito ni comunica gran cosa, pero es el camino por el que tienen que adentrarse hasta dar con algo que sí que comunique... aunque dudo que vaya a ser bonito.
Tancred Saraceni (pregunta de Francis Cornish), en Lo que arraiga en el hueso.
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