08 octubre 2009

La bola, la telepantalla y el orgasmatron

Yo sentía curiosidades, pero, en definitiva, vocación clara y determinada, ninguna. Fuera de que me hubiera gustado tener éxito con las mujeres y correrla por el mundo, ¿qué más había en mí? Nada: vacilación. Oía hablar de viajes marítimos y me hubiera gustado embarcarme; hablaban de pintura, y me parecía un oficio muy bonito el de ser pintor; leía aventuras de un viajero, y soñaba con el desierto o con los ríos inexplorados. Pero el ser médico, militar, abogado o comerciante no me hacía ninguna gracia... De joven, y sin cultura, no iba yo a forjarme un concepto, una significación y un fin de la vida, cuando flotaba y flota en el ambiente la sospecha de si la vida no tendrá significación ni objeto...

Pío Baroja, Familia, infancia y juventud


Un pueblo en el cual esta sospecha se haya generalizado es fruta madura para el poder totalitario. Pero conviene además tenerlo entretenido, a ser posible con algo que les quite las ganas de ser marino, pintor o aventurerero. Es, en definitiva, lo que expresaba el personaje de Woody Allen:

¿Por qué tiene que haber una resistencia? Tenemos la bola, la telepantalla y el orgasmatron. ¿Qué más quiere esa gente?*

*En El dormilón (Sleeper, 1973), parodia de las fantasías utópicas tipo Un mundo feliz o 1984. La bola era un juguetito que producía un curioso placer al manosearlo.

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