Alejandro Amenábar lleva camino de convertirse en el cineasta de corte de ZP. Además, sus frases no le van a la zaga a las del jefe del ejecutivo. Es más, la última podría ganar de calle a todas las sansiroladas proferidas por este:
La violencia no es épica, dice el tío.
Va a ser que yo no sé leer la Ilíada.
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Por cierto, en su nuevo blog Metáforas, José Ramón Ayllón dice, a propósito de Hypatia, que Amenábar puede enseñarnos cine, pero no historia. Es cierto, y eso me recuerda lo que decía un amigo mío, con la radicalidad de la juventud: que "la novela histórica ni es novela ni es historia". Tal vez ha leído sólo a los Folletes y a los Falcones, y no a los Dickens ni Galdoses. Hombre, la novela, como el cine, hay que leerlos como lo que son. Y cuando el autor se sirve de personajes históricos es porque quiere proyectar su mirada sobre la historia, y nosotros hemos de ser conscientes de que miramos a través de su cristal. Otra cuestión es que el cristal esté pringado de babas, y entonces no apetece.
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El Nobel de la Paz no es otra cosa que la recompensa de la izquierda europea a quienes han sabido vestir de respetabilidad sus ideas. El de Obama tiene la particularidad de que resulta francamente cómico por su precocidad. ¿Es un nobel preventivo, como dice Luis del Pino? Lo que resulta extraño es que no se lo hayan dado todavía a ZP, incluso tras el fracaso de su chalaneo con ETA. Al fin y al cabo, lo ha intentado, como decía el pretérito imperfecto.
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