01 octubre 2009

Hipatia, aborto, revancha


Si hacemos más caso a los historiadores que a los panfletistas, la muerte de Hipatia no fue, como quieren estos, un caso de intolerancia eclesial sino un asesinato político. Y la conclusión que se impone es que, en aquella sociedad alejandrina, una mujer podía, como un hombre, llegar a ser una figura pública respetada... y tenía iguales posibilidades de ser asesinada por ello.

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Hay mucha gente perpleja ante las ansias gubernamentales por liberalizar el aborto, de iure y de hecho. Y se esgrimen a veces razones económicas, como es la presión de las clínicas que ganan una pasta con cada intervención, o que al Estado le sale más barato que proteger la maternidad...

Creo que la razón es otra. Lo mejor para un poder totalitario es tener al pueblo entretenido hozando y sin pensar. Y la arbitrariedad sexual está unida indefectiblemente al aborto, como la causa a la consecuencia. No se entiende la una sin el otro, así como la protección de la vida es inseparable de un respeto casi reverente al hecho sexual, lo que es decir maternal.

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Hubo un tipo que dijo en el 61: «volver a la vieja democracia liberal sería abrir el barranco de la revancha» (aquí, abajo). Era la cantinela de la ultraderecha y yo lo creí así en mi juventud. Después dejé de creerlo. Pero los gobiernos zapaterianos han hecho todo lo posible para devolverme a mi antigua convicción.

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