12 noviembre 2008
El vengador
Antes de que decidiera invertir su talento en hacer siniestras caricaturas de lo que fue incapaz de mascar, el ex-seminarista José Luis Castillo-Puche realizó cosas tan estimables como este Vengador. Por cierto, que uno de sus personajes refleja bastante bien al miserable en que se convirtió después el autor: me refiero a ese preso que, interrogado por los vencedores, salta como un perro hacia el protagonista y le aferra la muñeca con los dientes hasta arrancarle un trozo de carne. La escena es estremecedora por cuanto en su vileza este hombre llega a resultar francamente patético.
La obra, digo, es estimable no sólo por sus cualidades literarias sino por trascender el conflicto político o social de la guerra civil y llevarlo a un plano humano, espiritual si queremos. El tema de la represión en la posguerra no lleva aquí a tratar a los vencidos como inocentes, pobres angelitos víctimas del fascismo. Son culpables y el autor no ahorra pormenores que lo demuestran ni tampoco la razón que, desde un punto de vista pegado a la tierra, asiste a los vencedores en su afán de venganza. Pero por encima de las miserias de unos y otros la novela consigue ponernos ante la mirada, sin discursos enojosos, con procedimientos puramente narrativos, el valor de la vida humana, de la vida de cada hombre.
Nota redactada en septiembre de 2007