Si no fuera porque lo dicen todas las biografías, costaría creer que Chesterton escribió este libro antes de convertirse. Resulta tan difícil que uno realice semejante apología del cristianismo sin profesarlo... Y, sobre todo, resulta admirable la claridad con que Chesterton detecta los agujeros en las argumentaciones de los ateos. Si admitimos que no tenía fe cuando lo escribió, hay que concluir que nos hallamos ante una inteligencia descomunal. Bueno, las hay.
En todo caso, "è ben trovato". Chesterton plantea su apología como una mente que, a base de puro sentido común, va descubriendo que todos los argumentos esgrimidos contra el cristianismo se vuelven en realidad contra quien los sustenta. Y, desde luego, no deja colarse a la fe por parte alguna, y la prueba es que jamás habla de Jesucristo, salvo al final, sino del cristianismo como doctrina o como cosmovisión. Es la demostración, paso a paso, de que nos hallamos ante la doctrina más racional, más humana y más gratificante con la que uno pueda tropezar.
Nota redactada en junio del 2008
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