A mí no me miren: lo dice Stanley G. Payne, en su obra sobre El fascismo. Tras caracterizar al fascismo como un concepto moderno sin ningún paralelo pre-moderno, continúa:
Todas las ideas políticas de Hitler tenían su origen en la Ilustración: el concepto de la nación como fuerza histórica superior, las ideas sobre la soberanía política derivadas de la voluntad general del pueblo y sobre las diferencias raciales inherentes en la cultura humana. Se trataba de derivaciones claras de la antropología de la Ilustración, que rechazaba la teología premoderna y las raíces y los intereses trascendentes comunes de la humanidad. El culto de la voluntad es la base de la cultura moderna, y Hitler se limitó a llevarlo a su extremo. El concepto mismo del nacionalsocialismo como "la voluntad de crear un hombre nuevo" no era posible sino en el contexto del siglo XX, como idea típicamente moderna y antitradicional. Lo mismo cabe decir de la búsqueda nazi de la extrema autonomía, la libertad radical para el pueblo alemán. Hitler llevó hasta un extremo sin precedentes el objetivo moderno de romper límites y establecer nuevas marcas. Pues en ningún otro movimiento imperó hasta tal extremo la doctrina moderna de que el hombre es la medida de todas las cosas.
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