09 octubre 2007

Historias de cronopios y de famas


Cuando uno tiene en la cabeza ideas más bien escasas sobre sí mismo y sobre lo que ve y toca; cuando la cultura es algo que seduce pero no se sabe para qué sirve, surgen esta clase de libros, en que todo ello: el yo, el mundo, la cultura, se convierten en piezas de mecano, para armar según los modelos que la imaginación más o menos fértil del creador concibe. Es lo que, de un modo mucho más brillante, expone Cortázar en el prólogo de estas Historias, y por cierto que estamos ante uno de esos libros en que quizá el prólogo sea lo mejor. Pero eso no hace desmerecer al "manual de instrucciones", a las "ocupaciones raras", al "material plástico" y a las "historias de cronopios y de famas", que son las secciones que componen el volumen. "Lo fantástico surge para mí dentro de lo cotidiano", ha dicho Cortázar en muchas ocasiones y de muchas maneras; y ese eludir el tedio de la realidad mediante su transformación, mediante su continua manipulación poética, está en la génesis de todo ello. Hay algo del humor de Mihura en las "ocupaciones raras", en ese hacer montañas de azúcar sobre el mostrador del bar para luego escupir encima y oír cómo cruje el compuesto; hay creatividad borgiana en esa geografía de las hormigas, pero ayuna de trascendencia, llena en cambio de ánimo juguetón, del ánimo de un niño que hace monerías con unos materiales que ni siquiera imagina que puedan resultar patéticos.


Nota redactada en junio del 2000.