No deja de ser una grata sorpresa que la crítica más contundente del sistema educativo que padecemos venga de una extranjera. Cuando describe la situación en Suecia uno parece estar contemplando lo que pasa en España. El PSOE, en esto como en otras cosas, no hizo sino copiar las malas recetas que la izquierda había aplicado más allá de los Pirineos, y de las que en lugares como Inglaterra empiezan a estar de vuelta. En una esclarecedora primera parte, Inger Enkvist pasa revista a lo que ha sido la pedagogía del siglo XX, o, como ella dice, la antipedagogía. Nombres como los de Dewey, Piaget, Freire y otros han sido tan letales para la educación como los de Freud, Sartre o Marcuse en el campo del pensamiento y de la cultura, porque trataron de aplicar a la escuela unas medidas supuestamente científicas que estaban cimentadas sobre bases ideológicas. Su consecuencia fue la puesta en entredicho de la figura del profesor, reducido al mero papel de moderador de un debate, cuya figura es tanto más efectiva cuanto más desaparezca de escena. En estas condiciones, la desaparición del cuerpo de catedráticos y su paso a mera condición es sólo una anécdota en el panorama desolador de la escuela española. Con no menos implacable lucidez, Enkvist enumera en la segunda parte de su trabajo todos aquellos aspectos de la educación que han sido negados a las últimas generaciones, mostrando en todo momento, con datos, el empobrecimiento cultural que ha resultado de todo ello.
Nota redactada en marzo de 2001
Imagen: "Y... es algo incómodo, pero es la única manera de que nos presten algo de atención en clase"