"El Estado debe exigir a sus maestros una formación objetiva en todos los órdenes de la realidad y del saber que han hecho posible la existencia humana, tal como la vivimos hoy, intelectualmente pensada y moralmente realizada según los derechos humanos. Y, en este orden, no es posible desconocer, eliminar o demonizar la religión. Primero, porque sin ella no se entiende la historia humana anterior. Segundo, porque muchísimos hombres de nuestra sociedad, y no precisamente ignorantes o incultos, se identifican a aí mismos religiosamente y se encuadran dentro de los sistemas democráticos y constitucionales en que vivimos, puesto que estos regímenes en parte han nacido de las convicciones cristianas y han sido hombres creyentes quienes los han forjado para defendernos contra la barbarie, los totalitarismos o la magia. Tercero, porque los hechos, relatos, símbolos, ideas, instituciones y esperanzas ofrecidas por la religión hoy día siguen siendo fuentes de sentido, verdad, acción y esperanza. Apelar a sus reales deformaciones es como intentar eliminar al hombre porque es un posible enfermo, o extirparle el corazón para prevenir los infartos."
En Educación y educadores, p. 178
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