23 junio 2010

Humanismo integral


Al contrario que otros pensadores cristianos de nuestro tiempo, Jacques Maritain no renunció al concepto de cristiandad. Pero tuvo la habilidad de aplicarle una noción de Santo Tomás (no sé si también de Aristóteles) capaz de dar mucho juego: la de la analogía. Es lícito aspirar a una nueva cristiandad, sí, pero no igual a la que hubo (y que Maritain identifica, por comodidad, con el Sacro Imperio romano-germánico), sino análoga.

Significa esto que Cristo seguirá inspirando la actuación de gobernantes y gobernados, pero no a través de un poder político que tenga como competencia el servicio a la Verdad, sino de la conducta personal de cada cristiano. Esto en plan sumario. Luego Maritain se lanza a diseñar algunos rasgos de esa futura cristiandad, en lo que es la parte más discutible del libro. En efecto, el autor atisba el concepto de laicidad que hoy conocemos pero no llega, creo, a asumir todas sus implicaciones. Pues una de ellas es, justamente, que la polis sea organizada con arreglo al libre discurrir de cada cual, sin directrices concretas emanadas de la Iglesia en todo lo ajeno al Catecismo.

Nota redactada en diciembre del 2009

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