04 marzo 2010

Apostillas a Cercas

sobre la llamada novela negra (III)

Algunos autores caen en el recurso fácil del morbo. Detalles de sadismo o de hiperviolencia, descripción de comportamientos sexuales patológicos o sencillamente vidas planas e inmorales donde sólo se busca el propio provecho.

De hecho, sin esas salsas picantes, tendrían muchos menos lectores. Yo confieso sin ambages que me encantaba la violencia enfermiza que me encontraba en ciertos autores, sobre todo si era la del bueno zurrando a los malos. Cuando vi la lista de Cercas, que aparece al final del artículo, me sentí tentado de elaborar la mía propia, pero descubrí con horror que muchas de las que consideraba favoritas lo eran por ese factor. Hoy no podría, seriamente, canonizar cosas como Yo, el jurado o The last cop out, de Mickey Spillane; El secuestro de miss Blandish o Una radiante mañana estival, de James Hadley Chase; 1280 almas, de Jim Thompson, o El clan de los sicilianos, de Auguste Le Breton.

Y, con todo, es posible que todas ellas sean cuentecillos de hadas comparadas con las cosas de los Stig Larsson y, por supuesto, de los Andreus Martines y demás. Pero, hoy como ayer, sirven para que haya quien piense que lee literatura.

__