15 diciembre 2008

Segura


La pasada semana se fue al otro barrio otro de mis ídolos de infancia, el autor de Rigoberto Picaporte, La Panda y Los señores de Alcorcón. En el obituario de El Mundo destacaban lo bien que pintaba a las chicas, y que qué pena que no hubiera vivido en otro país y otro tiempo, para hacer a las chicas más buenorras y tal, ya saben.

Es verdad lo de las chicas, ahora que lo dicen. Pero, como comprenderán, yo de pequeño no me fijaba en eso. Lo que recuerdo de las historietas de Segura era su burla de las vanidades humanas: el culto a la apariencia, el qué diran. "Qué bochorno" era una frase frecuente en sus viñetas, sobre todo al final, cuando los señorones o los snob quedaban en ridículo. También me enseñó mucho vocabulario, tanto del coloquial (sobre todo en La Panda) como del culto, aunque yo a veces los confundía: cuando el capitán Serafín habló de "un ágape a bordo" pensé que era un término castizo, así como cuchipanda. Y ya ven, ahí está el Papa hablando del agapé como amor depurado...

En fin, a él, como a todos, le sentó bien la censura. Propiedad de lenguaje, dibujos perfectos, ni una vulgaridad... Qué buenos ratos con el Pulgarcito o el DDT en las manos.