La guerra y la memoria se unen en esta historia hasta casi identificarse. No hablamos de la guerra civil y de la famosa memoria histórica, claro, aunque la novela coincida en el tiempo con los afanes exhumadores de la facción hoy gobernante en España. El innominado protagonista es una especie de judío errante, griego de la época de Troya, que sin conocer la muerte atraviesa toda la historia de la humanidad. La memoria es su condena, y el amor su alivio. El presente lo vive junto a Carla, una amante más literaria que real, como la Dolabella de su novela anterior, trasunto de las Cintias y Corinas de los romanos de la época augustea. Su amor discurre también en Roma, punto final de la peripecia de nuestro hombre antes de retirarse a envejecer y morir (así lo siente él) a su Grecia natal.
Me ha resultado difícil entrar en este juego. En parte por repetitivo, pues el narrador no deja de citar la memoria sin aportar realmente nada nuevo. En parte por el espacio excesivo que ocupa el relato de los hechos históricos (se diría casi un recurso para que los escolares aprendan historia, si no fuera porque no estamos ante un libro para escolares). Y en parte por el concepto superficial del amor que, como es costumbre en Prieto, se enuncia aquí, aunque puede aceptarse como sinécdoque, lo concedo. De todos modos siempre es agradable recorrer la prosa de este hombre, de una elegante melancolía.
Nota redactada en noviembre del 2007. Es la penúltima novela de Antonio Prieto.
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