06 septiembre 2007

Pensé, ocasional y torpemente desdeñoso,

que el sabio Catón tenía razón cuando afirmaba que era una debilidad enamorarse y que lo conveniente era tener una rápida aventura, gozarla al máximo, y huir totalmente de ella a la espera de otra.

-Pero yo -discrepé en voz alta- necesito amar, sentirme amor.

Stavros sonrió. Había seguido mi oculto pensamiento y comprendía mi voz. Casi no necesitaba hablar para que él supiera por dónde iba la imaginación.

-Sí -me dijo-, la persona necesita amar, no temer la inquietud del amor. Sin embargo, nos están poniendo tan fácil la libertad que vamos rehusando la cálida atadura de amar y dejarnos amar.


Antonio Prieto, Dolabella


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