La vida es un puzzle; la novela es un puzzle. Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí. De este modo parece Antoine Bello resolver la vieja cuestión en torno a la novela y la vida. Uno se pregunta, conforme lee los capítulos (piezas) de esta obra, si el desenlace será policíaco o no. Todo el material contiene la suficiente carga de burla para hacernos sospechar que no. Pero lo es, aunque pronto nos damos cuenta de que no es lo esencial la solución. Lo esencial es la metáfora, el puzzle como pretexto para caricaturizar la sociedad. Un mundo donde el puzzle de velocidad es el deporte rey y una narración que se toma eso en serio, con detalles propios de reportaje periodístico, no puede por menos de recordarnos los universos de Borges. Y borgiano es también el homenaje al relato policíaco, que se nos muestra con un desarrollo poco usual, a base de documentos escritos (actas, cartas, artículos periodísticos, un fragmento de tesis doctoral) que contienen en conjunto la solución del caso, o al menos eso se pretende. La novela se constituye así en puzzle, y el autor no descuida el detalle de disponerlos en desorden cronológico, para que la impresión quede más clara. Bello parece pertenecer a esa subespecie de novelistas burlones, que juegan con el lector como con un muñeco y, así, uno nunca sabe si realmente valdrá la pena tratar de retener nombres, datos y algunas páginas anodinas.
Nota redactada en julio del 2001
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