11 septiembre 2024

Dicen que ha resucitado

“Fofó no ha muerto. Ha muerto Alfonso Aragón Bermudez”. Así se expresa la gente cuando quiere decir que tal persona vivirá para siempre en nuestro recuerdo o que su obra dejará huella. No inventa una fábula con lujo de detalles sobre lugar, tiempo, modo de hablar y de comer de un resucitado, o sobre quiénes lo vieron y por qué orden. Ni habla paladinamente de “resucitar de entre los muertos”, provocando el cachondeo del público ateniense, pudiendo decir que todos estamos llenos de su espíritu, por ejemplo. Salvo que se trate de un poema lirico, lo que no era el caso.

Por eso, interpretar los relatos evangélicos de la resurrección como una alegoría que sugiere que Cristo sigue actuando en sus fieles, como hacen muchos teólogos con título, es simplemente ridículo. Así lo expone Vittorio Messori en este volumen, producto de una investigación rigurosa donde se enfrentan los datos evangélicos con las tesis que intentan refutar la realidad histórica de la resurrección.

¿Relato apologético, el de los Evangelios? ¿Y por qué no buscar mejores testigos que unas mujeres, cuyo testimonio tenía valor cero en aquel lugar y tiempo? ¿Contradictorio? No tan deprisa: los datos que ofrecen los evangelistas son perfectamente armonizables si uno se toma la molestia de armonizarlos. Messori analiza también las señales que el Resucitado quiso dejar para no ofrecer dudas razonables a los testigos: Juan vio y creyó, como Tomás, en este caso no por ver las llagas, sino por ver “las cintas extendidas y el sudario apartado de un modo singular”. En este apartado Messori sigue las investigaciones de un párroco italiano que, estudiando el griego de san Juan, llega a conclusiones diversas de las traducciones habituales.

Pero lo más divertido del libro es la última parte, donde Messori carga contra una plumífera alemana que, sin dejar de llamarse cristiana y aun católica, se permite poner en duda en sus publicaciones no solo la historicidad de los Evangelios, sino todo el magisterio de los Padres y de los papas. En Alemania ocupa (u ocupaba, no sé) una cátedra de Teología. Es lo que hay.

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