20 septiembre 2024

Papeles para la pequeña y la gran historia

Estas “Memorias de mi padre y mías” abarcan hasta el fin de la guerra civil y, en efecto, el padre del autor tiene tanto protagonismo como él, puesto que al comenzar la posguerra don Torcuato era un adolescente. Y don Juan Ignacio tuvo un papel interesante en la guerra desde su preparación, ya que anduvo en los tratos que culminaron con la compra del Dragon Rapide y el traslado de Franco a África. El autor cuenta graciosamente cómo utilizaban un lenguaje en clave donde la conspiración era “la operación de la tía Ernestina”, pero él ya sabía de qué se trataba. “Papá, dice don Fulano que la sublevación en Marruecos ha comenzado”.

Tal como relata aquí su experiencia, es fácil deducir que la guerra civil no empezó en el 36, ni siquiera en el 34, sino el en el 31, ya que la República fue una declaración de guerra contra media España, amén de que llegó por un golpe de Estado y no por referéndum, ni siquiera por unas legislativas que diesen la victoria a los republicanos. Ya desde el principio, se legisló para hacer desaparecer de la vida pública a los monárquicos y a la Iglesia: ABC estuvo clausurado en dos ocasiones y don Juan Ignacio encarcelado otras dos, una por una falsa acusación de asesinato y otra tras la sanjurjada, por el mero hecho de ser de derechas y “por tanto” sospechoso. Por no hablar (que don Torcuato tampoco habla) de la Constitución sectaria y las leyes contra la enseñanza de los religiosos.

La verdad es que la familia del autor tuvo bastante suerte dadas las circunstancias, puesto que solo tuvieron un muerto en la guerra y fue en combate, mientras que tantos y tantos de sus allegados cayeron víctimas de la vesania socialista y anarquista. De hecho varios salvaron la vida en circunstancias extremas y literalmente de película. Después de relatos como éste, no deja de sorprender que los socialistas actuales tengan la cara dura de presentarse como doblemente víctimas, primero como agredidos en la guerra y luego como acreedores a reparaciones en la transición. Pero más aún sorprende que la derecha española, lejos de arrepentirse por haberles dado una oportunidad, que no merecían, para volver a la vida pública, insista en comprarles semejante monserga.

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