13 mayo 2010
Notas para la definición de la cultura
A decir verdad, no me ha aportado mucho este ensayo. Aunque también pudiera ser que esté ya tan influido por estas y otras ideas (el intelectual moldea inconscientemente la mentalidad de las generaciones sucesivas) que me parece algo sumamente elemental. Hay pensamientos agudos, no cabe duda; e incluso pensamientos que desafían ciertos dogmas de nuestra época. Pero, en conjunto, decir que una cultura aislada perece tarde o temprano; que las culturas necesitan del enriquecimiento que les proporciona el contacto mutuo; que es bueno tender al mantenimiento de esas diferencias; que, dentro de una cultura, cada clase o cada grupo humano adopta un matiz diferenciador; todo ello suena a cosa sabida e incluso básica. Con todo, una cosa me parece que demuestra esta obra: que hay cuestiones serias que no admiten la banalización o la reducción a los límites de una ideología, en el sentido peyorativo que dio a esta palabra Fernández de la Mora. Y vuelvo con esto a lo que decía antes sobre el desafío de los dogmas: nadie, en las páginas de El País, por ejemplo, se atrevería, como lo hace Eliot, a hablar contra la igualdad de oportunidades en la educación, o contra la pretensión de nivelar las diferencias culturales entre las clases sociales. Son cuestiones que, aunque uno no comparta la postura del autor, no están más allá de toda discusión, por más que esto escandalice a los neomoralistas.
Nota redactada en noviembre de 1998
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