Es significativo que se haya hecho coincidir el "día contra la violencia de género" con el debate sobre la ley del aborto en el Congreso. Significativo porque deja bien a las claras quién tiene aquí derecho a vivir y quién no.
En realidad, eso de la violencia de género se reduce, por lo general, a los siguientes casos:
-el clásico coime que golpea a la coima para demostrarle quién manda, y ella encantada (dígalo Jesús Neira);
-el vejete enfermo de demencia y hastío a quien le da un pronto y se carga a la mujer (y a veces se suicida luego);
-el borracho que en medio de una de sus poderosas trompas la emprende con el más débil (quien es cobarde para dejar un vicio lo es para elegir a sus víctimas).
Para luchar contra todo ello la receta es vieja y sencilla: buena educación, buena administración de justicia y asistencia social. Lo demás es retórica y rótulos peregrinos como ese de "violencia de género", un fantasma apuntalado por quienes envidian secretamente a las coimas susodichas.
Y que sirve para tapar la auténtica lacra: la "violencia de edad"; la que se ejerce por los adultos contra el no nacido. Ese sí que es un concepto lleno de realidad y de lamentable actualidad.
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