27 septiembre 2009

Elogio desinteresado

Lo que más envidio de Enrique García-Máiquez es ese equilibrio entre contundencia, retranca y literatura. O conceptismo, mordacidad y humor, si quieren. Y mira que es difícil mantener el buen humor ante hechos como los que hoy comenta. Tal vez por eso a mí no me salgan los retruécanos ("Como todos los consejos, el de Estado se escucha sólo si propone lo que nos apetece", hay que fastidiarse): para conseguirlos hace falta serenidad. Voy a empezar a leer a Chesterton, a ver si está ahí el secreto.

...

Y apenas lo escribo me doy cuenta de que el tío también es sabio. O si no, de qué otro modo que sabiduría puede calificarse el último párrafo de esto. Sabiduría, sí, porque ese concepto incluye la poesía, o el dar con las palabras justas para expresar lo que tal vez otros han dicho en largos párrafos.

...

Que nadie piense que tengo que pedirle un favor a Enrique. Ni siquiera me atreví, cuando me envió dos ejemplares de Oficio, a decirle que de la misma tacada me mandara otro de Casa propia, que no lo encuentras ni para atrás en las librerías.

__