11 septiembre 2008

La paz dura quince días


No importa, porque Rafael García Serrano era un enamorado de la guerra. Lo que no tiene por qué ser un desdoro, claro. Estamos ante una novela abierta, muy abierta, cuya peripecia consiste únicamente en el matrimonio de un oficial y su imposible luna de miel en el ambiente de la guerra civil. Es posible que el autor haya retomado a estos personajes en producciones posteriores, no sé. Es una novela más bien "de ambiente". Y describiendo ese ambiente es donde García Serrano se encuentra en su salsa. Cuenta lo que le gusta contar, como el abuelito de las batallas, y lo hace, a fe mía, con un arte excepcional. Al primer párrafo te quitas el sombrero y conforme avanza el capítulo rompes en alabanzas y acabas postrándote en adoración. Todo el volumen mantiene el nivel, pero ese primer capítulo es un alarde, de los que a mí me gustan, un arranque fulgurante.

Por otro lado, quizá haya que destacar que los hombres y mujeres que pueblan esta narración son "aproblemáticos", que diría un pedante. No tienen más problemas personales que los que la vida plantea, que ya es bastante. Y esos los encaran con la naturalidad y la fortaleza, sin exhibiciones, de los que ganaron la guerra del 36. El autor los trata con admiración recatada, y a los secundarios con una pizca de humor. Algo hay en unos y en otros de los galanes y los graciosos de Lope de Vega, quitada toda pompa.

Nota redactada en junio de 2005

Otras referencias a Rafael García Serrano:

La gran esperanza
Eugenio o proclamación de la primavera
Plaza del Castillo

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