La lección que se puede extraer de todo ello, me parece, es que nadie resulta más ridículo que el cristiano cuando se dedica a buscar culpables en lugar de practicar la caridad. Taxil sabía que la gente se cree lo que quiere creerse, sobre todo de sus enemigos, y que cualquier enormidad sobre los masones encontraría eco en aquella catolicidad (en honor a la verdad, hay que decir que no todos tragaron). Si la historia es maestra, sólo cabe preguntarse si acaso hay taxiles hoy y con quién están jugando. En todo caso, la honradez intelectual es la mejor arma para no volver a hacer el canelo.
__
__