los imperativos morales que “tocan y ligan la conciencia de los hombres” (DH, 1) pueden convertirse en materia de ordenamiento jurídico, porque a ello obsta otro imperativo moral –el del respeto debido a la persona humana en la comunidad—y porque, en cuanto tal, el orden moral y la verdad “no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y a la vez fuertemente en las almas”.
Este párrafo de don Matías puede servir como resumen de Dignitatis
humanae. Y, si esto es así, ¿podríamos plantearnos lo siguiente? Hay que
tener en cuenta que esto se escribe en 1983, pero la situación descrita ya está
ahí:
El caso más difícil se presentaría cuando una sociedad se negase a
defender algún derecho fundamental de la persona (sería, por ejemplo, el caso
de la despenalización del aborto) con los diversos matices que el asunto puede
presentar. Habría entonces que seguir afirmando el derecho a la vida incluso de
los no nacidos, pero simultáneamente tal vez se pueda opinar que es mejor regular
o permitir, hasta un cierto grado, algo que resultase imposible impedir fáctica
o legalmente, porque una gran mayoría de la población no estuviese convencida
de ello. En esos casos, el cristiano tendrá desde luego que hacer lo posible
por influir en el cuerpo social para que las concepciones erróneas (sobre la
familia, la estabilidad del matrimonio, el derecho a la vida, etc.) se vayan
purificando, pero entretanto no siempre estará obligado a exigir un estricto
paralelismo entre la acción política concreta y todos los valores que en
principio defiende para la vida social.
Es lo que llaman principio del bien posible o limitación del
mal, que no mal menor, y, desde luego, está lejos del frívolo “yo no soy
partidario, pero cada uno que haga lo que quiera”. ¿Es aplicable a España? Yo,
al menos, no me apresuraría a censurar a Vox (en el hipotético, ay, caso de que
llegara al poder) que no derogara inmediatamente la ley del aborto, siempre que
pusiera en marcha (no implementara,
¿eh?, vade retro) medidas serias de fomento de la natalidad y de información
sobre alternativas a la eliminación del no nacido. Ni tampoco censuraría al votante
del Partido Popular si este hiciera lo propio y dejase de hacer el mañueco a la
primera embestida de los enemigos del ser humano.