12 septiembre 2011

Cuentos inverosímiles


Es una amplia colección de cuentos breves, casi viñetas de La codorniz, salvo algunos como el primero y el último. El disparate salta a la vista desde el primer momento, cuando vemos al león Corsario quedar dueño de un barco a la deriva después de haberse comido a toda la tripulación. Y en la primera página encontramos ya un chispazo de genio que, a decir verdad, no se repite en el resto del volumen; un chispazo de genio ramoniano, una serie de greguerías que no desmerecen del maestro: El sol de la selva, tamizado por el ramaje -"puzzle" de sol sin resolver- no podía agradarle. necesitaba un buen espacio para tomar su baño de sol, no una ducha. Un león que tomase ese sol de vidriera, formado por claroscuros y tonalidades diversas, acabaría por volverse pantera, sin querer. Hay matices poéticos en algunas piezas, como aquella en que la uva número trece, ingerida por descuido, se le aparece en forma de mujer al señor que ha cenado solo en nochevieja, prometiéndole un mes de añadidura para los dos. Abunda el toque surrealista (aunque aún no se llamara así), tal el del tipo que llegó a perder un brazo en la verbena, ese lugar donde se pierde todo. Hay sorprendentes visiones de las obsesiones humanas, plasmadas por ejemplo en el hombre que se empeña en imaginar que fuese un ladrón en su propia casa... Y es de señalar el excelente complemento de las ilustraciones, realizadas por los mejores dibujantes del momento, y que se mantienen en esta edición de la editorial Menoscuarto, única desde la primera de Caro Raggio, en 1921.

Nota redactada en junio del 2011. Por cierto, hablamos de una obra de José López Rubio


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