16 noviembre 2006

Muchos esperamos el día

en que el famoso electorado de centro caiga en la cuenta de que el PSOE no es un partido democrático. El buen suceso parece siempre inminente y siempre demorado.

Cuando, en el último franquismo, la derecha decidió iniciar la transición a la democracia, renunció a conducir el frente ideológico y cultural y se lo sirvió en bandeja a la izquierda, la cual lo aceptó gustosa. Desde entonces, por obra de la efectiva propaganda socialista, políticos y votantes de derecha (cada vez más de centro) se fueron sumiendo en la convicción de que ellos eran unos advenedizos en materia de democracia, cuya titularidad pertenecía por derecho a la izquierda, por más que los hechos acreditasen todo lo contrario. Este es el origen de los tan mentados complejos, que persisten hasta hoy en capas profundísimas y que hacen tan arduo, para el famoso electorado de centro, admitir los sucesos de los últimos años tal como se presentan ante nuestros ojos.

Me decía José Javier Esparza que ZP tiene la ventaja de que no oculta sus cartas. En efecto, los hechos están ahí, para quien quiera verlos. Sólo con las palabras los socialistas siguen fingiendo, para ver cuánto es aún capaz de tragar el famoso electorado de centro.