22 noviembre 2006

Libro de caballerías

Se necesita disponer de una gran dosis de curiosidad literaria para no abandonar esta novela a las pocas páginas, y decirle al autor que se quede con algún deudo. Porque el jugueteo que lleva a cabo Juan Perucho con su lector no tiene precedente en mi experiencia. Un desconcertante caos temporal es el rasgo formal más llamativo de Libro de caballerías. El Faulkner, el Rulfo y muchos más nos habían acostumbrado a saltar ágilmente en el tiempo, pero tenían la deferencia de insertar espacios entre secuencia y secuencia, que nos ayudaban a cambiar la clavija. En cambio, el punto y aparte es lo único que separa aquí el viaje desde nuestro tiempo al mítico medievo y viceversa.

Bueno, yo también lo habría hecho, si se me hubiera ocurrido. Se trata de simular que el tiempo es una dimensión tan asequible como el espacio, y que se puede dominar con igual facilidad. Y al fin y al cabo, ¿no se trata de un "libro de caballerías"? Estos se caracterizaban por sus despropósitos, y lo que hace Perucho es dar a esos despropósitos un alcance poético, fingiendo que el tiempo no es barrera. Rosaura es Blanca de Salona, Tomás Safont es caballero andante y play-boy moderno... Incluso se permite anticiparse al famoso "realismo mágico", con el chusco detalle de la chaqueta comida por las termitas. Qué razón tenía el predicador: ni siquiera García Márquez es nuevo bajo el sol.


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