Con los dos primeros números agotados, me leo el 3 para
descubrir a un Alix de pelo blanco, cincuentón y senador. No aparece ninguna
esposa pero sí un hijo, Titus, cuya madre imagino que conoceremos en algún otro
número, anterior o posterior. Pero hay algo de misterio en ello, ya que los
chicos le mientan a la madre para meterse con él. Uno puede pensar que se trate
de Lidia, la hermana de Augusto, ya que, cuando Alix acude a ella para que
interceda por Titus, encarcelado por su hermano, parece mover más que una
influencia. Pero el desenlace te hace replanteártelo.
En todo caso, la trama no es esa. Se trata de que hay, como
indica el título, una conjura contra Augusto, movida por próceres disgustados
con el emperador, que tratan de colocar en el trono a un Cesarión que no ha
muerto en Alejandría, como supone la Historia. A causa de Enak, que había
tomado partido por el hijo de Cleopatra, Alix cae en desgracia de Augusto. El
desenlace es feliz para Alix, como cabe esperar, pero resulta más bien
inverosímil.
No es Jacques Martin,
evidentemente. Sigue la pauta de este a la hora de mezclar invención con
historia, y no cabe duda de que, como en Astérix, sirve bastante bien para
aprender cultura clásica. El dibujo tiene la ventaja, sobre el de Martin, de que las caras son menos
parecidas entre sí (Martin tenía
cuatro o cinco moldes), pero quizá dé menos sensación de vida. El guion flojea,
sobre todo si lo comparamos con esas grandes construcciones que son Las legiones perdidas, El último espartano y La tumba etrusca.
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