08 noviembre 2012

Los cipreses creen en Dios


"En una de las casas más antiguas de la orilla derecha del río, primer piso, vivían los Alvear". Esta sencillez del arranque se mantiene a lo largo de las casi ochocientas paginas y es una de las claves del éxito de esta novela. La vieja técnica de superponer una peripecia familiar sobre el telón de la historia, la de Guerra y paz, por ejemplo, le funcionó a Gironella maravillosamente. 

 Cuentan que Juan Pablo II dijo "así fue" ante La Pasión de Mel Gibson, y que un veterano de Normandía dijo algo parecido al ver Salvar al soldado Ryan. No sería extraño que muchos aseguraran lo mismo al leer Los cipreses y que eso fuese otro ingrediente de éxito. Sólo veinte años habían pasado desde todo aquello y era la primera vez que alguien se decidía a recrearlo novelísticamente de modo tan exhaustivo. Mientras siga recordándose a Gironella y a su obra se discutirá acerca de su objetividad, pero es difícil hallar, me parece, un esfuerzo mayor, dentro del género narrativo, en busca de ese límite inalcanzable. Los de derechas tienen defectos, los tienen los rojos, hay santos e idealistas en todo el espectro político, tan bien evocado por el autor. Sucede que este, qué le vamos a hacer, ambienta su obra en su Gerona natal, donde tocó represión roja. El final de la obra es lo que más puede molestar a un lector de izquierdas, pero, como íbamos diciendo, "así fue".

Hay una gloria y una miseria de la novela histórica, y esta participa más de la gloria, en el sentido de que aclara más que deforma. La recomiendo sin dudar a todo el que quiera asomarse al cóctel de pasiones que acabó estallando en julio del 36.

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