
Ya emperador y apóstata, proclama su intención de respetar todas las creencias. Pero pronto incumple tan generoso propósito, y lo vemos entregarse a la represión de los galileos que osan ir más allá de lo que tolera la imperial voluntad. Por eso, creo que el tema de esta obra, más que "la incompatibilidad entre el cumplimiento del mensaje cristiano y el mundo del poder", como dice el prologuista, es la dificultad de no ser Dios cuando se tiene el poder. "Dad al césar..." es la frase de Jesús que obsesiona a Juliano, pues piensa que está dirigida a quitar poder al emperador (curiosamente será uno de sus capitanes, Joviano, quien entenderá la frase en su sentido recto, lanzándose a combatir ardorosamente por su emperador a pesar de ser personalmente cristiano). Y no deja de causar estupor el modo como El País encabezaba la reseña firmada por Fernando Savater: "Un emperador que prefería refutar a reprimir". Tal parece uno de la corte de aduladores que lo rodeaban.
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