Y otra vertiente de esta vía estética es el realismo, en el sentido de plasticidad. Pocos relatos caballerescos nos dibujan las diversas sensaciones que los personajes experimentan como en la novela de Fuster. Sensaciones táctiles: la niebla que rodea a los protagonistas "como un aliento gélido" (imagen que se repite varias veces), símbolo del poder tenebroso que parece estar a punto de triunfar. Visuales: la claridad lechosa que ilumina un pasadizo del palacio de Montcarrá, dándole un aire espectral. Gustativas: el vino "joven y espeso" que calienta y adormece. Auditivas, como la voz del Hombre Sabio, que era, entre otras cosas, como un laúd mágico, y la misteriosa voz que domina la voluntad del rey Flocart, "ni de hombre ni de mujer, como el eco de un trueno lejano". Olfativas, como el olor a estiércol que desprende el cubil del dragón. O sensaciones de conjunto, como en la descripción del ambiente insano que domina los alrededores del Campo Oscuro, inanimado, plomizo, agobiante.__