12 enero 2011
El novelista
A poco de empezar este relato nos damos cuenta de que se va a tratar de una especie de "gabinete de un aficionado", por utilizar el título de ese cuadro que muestra una sala llena a su vez de pinturas. Esta es una novela llena de novelas, aunque, así como en El gabinete de un aficionado los cuadros aparecen difuminados por la distancia, aquí se nos dan solo, salvo excepciones, algunos trozos, se supone que los más significativos, de esas muchas novelas que escribió Andrés Castilla, el protagonista. Y si Borges decía que no había por qué escribir un novelón sobre un tema que se podría enunciar en un cuento, o en una falsa reseña, hay que decir que los trozos que aquí faltan de esas novelas no son realmente necesarios, sino que lo que se nos da de "La moribunda", "El farol 185" o "El biombo" puede constituir una pieza redonda en sí misma, sin necesidad de más: unos cuentos de maestro.
Por lo demás, ya se sabe: demolición de valores (a saco, sin discernir), destrozo de tópicos, perspectivas sorprendentes... Ramón.
Nota redactada en septiembre del 2008
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