07 mayo 2009

Oye uno a veces teorías

sobre el matrimonio realmente desconcertantes. Se diría que estamos ante una especie de contrato feudovasallático que uno (una, sobre todo) firma en mala hora y del que tarde o temprano se arrepiente. Se diría que durante siglos y siglos las mujeres permanecieron estúpidamente uncidas por ese contrato, muertas en vida hasta que unos loros con carrera vinieron a iluminarlas.

Como si el matrimonio tuviera que ver sólo tangencialmente con los hijos; como si el ver a sus padres renunciar a sí mismos para encontrarse cada uno en el otro no fuese el faro, el referente fundamental en su educación. Y como si esas mujeres estúpidas que perseveraron junto a maridos exasperantes no lo hubieran hecho porque eran conscientes del valor de su fidelidad por encima de ciertos derechos.

Curiosas teorías, sí, que ya han frustrado la vida de muchas. De muchas, no de muchos: el egoísmo masculino prefiere una manceba con sueldo a una esposa tradicional. Complica menos.

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