27 noviembre 2007

No pidas sardina fuera de temporada


Andreu Martín sabe que es un narrador ágil y brillante. Y sabe también que es muy difícil que sólo con esas cualidades consiga componer una obra maestra, ni siquiera aportar algo nuevo a la novela. Así que lo que hace (y no se lo censuro, sino al contrario) es aprovechar al máximo esas cualidades que he citado, y ha elegido un doble camino: primero, el de las novelas para adultos, dando a esta expresión su sentido más lamentable: es decir, explotando el gusto por lo obsceno y lo sangriento; así en Prótesis y otras que no siento desconocer. La segunda vía, más amable, es la de escribir para el público adolescente, campo que hoy tiene salida segura, aunque sus clientes sean obligados en su mayor parte. En la serie sobre Flanagan Martín da lo mejor de sí mismo como narrador (es una delicia perder el tiempo con estos nuevos folletines que muestran rasgos aislados de genio) y aprovecha otra de sus cualidades: la de ser un gran conocedor de los resortes de la novela negra norteamericana. Juan Anguera es un Marlowe reconvertido en adolescente porque el personaje ya no da mucho más de sí, ajado hasta el ensañamiento por tantos imitadores; pero siguen siendo eficaces esos resortes: pistas que se dosifican hábilmente a lo largo del relato, revelaciones inesperadas, alguna escaramuza en los capítulos finales, que espolea el deseo de conocer el desenlace... e, incluso, el gesto heroico del protagonista, dispuesto a sacrificar el amor de su dama en aras de la verdad.


Nota redactada en enero del 2000. Por cierto, de los relatos de Flanagan responde también Jaume Ribera, guionista de historietas, discreto sustituto de Ibáñez cuando la demanda era superior a las fuerzas del genio.