¿Por qué lloraba Jesús, el todopoderoso, el omnisciente, el Salvador que derrotó la muerte con su Resurrección? ¿Y por qué lloraba justo antes de resucitar a Lázaro?
Al recordar cómo al
final luchaba por respirar el cuerpo deteriorado de mi padre, lo entendí por
fin. Jesús sollozó porque la muerte es horrible, toda muerte, incluso la muerte
de un hombre bueno, incluso la muerte de alguien que se va con Dios. Jesús lloraba
porque la muerte, igual que el Alzheimer o la infertilidad, no es lo que él
quiso para nosotros. No formaba parte del plan original de Dios. Jesús nos
salvó de la muerte final; crea un bien mayor a partir del dolor de la muerte;
pero la muerte nos sigue horrorizando porque así es la propia naturaleza de la
muerte: horrible.
Colleen Carroll
Campbell, Mis hermanas las santas,
“Llorando con Jesús”