Segundo Serrano
Poncela es un narrador totalmente olvidado, incluso por la izquierda
culturalmente dominante, no sé si por el rechazo del autor a los comunistas después
de la guerra o porque prefieren evitar el recuerdo de Paracuellos. De los pocos
que lo han leído (Trapiello, Agapito Maestre, Lázaro Carreter) he recibido buenas referencias y de la lectura de
esta Puesta de capricornio y sus dos
apéndices concluyo que, en efecto, supo con el tiempo dar a su pluma un uso mucho
más brillante que cuando estampaba firmas macabras a las órdenes de Carrillo.
La mejor de las tres piezas es, como ya he sugerido, Cirios rojos. La lucha de cada personaje
consigo mismo, en una situación límite donde cualquier decisión puede implicar
la vida o la muerte, está narrada con mano maestra. Y, aunque hubiera preferido
otro desenlace, el que hay puede hacernos ver a la novela como un “estudio
sobre la banalidad del mal”, por emplear la expresión de la Arendt. Banalidad del mal que podría
aplicarse también al caso del autor, Eichmann español. Supongo que su subconsciente
tuvo que librar siempre batalla contra aquello.
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