Me quedo con una frase y un párrafo.
La frase es del cardenal Newman, hoy san Juan Enrique:
La conciencia tiene unos derechos porque tiene unos deberes.
El párrafo contribuye a superar una duda que me quedó a
propósito del libro de Matias García Gómez sobre la conveniencia o no de tolerar (o no legislar contra) el
aborto voluntario en aras del principio “la verdad no se impone”.
La confusión entre tolerancia y autorización positiva del mal ha
servido para que en determinados ambientes se pretenda aplicar a la ley del
divorcio y aborto el principio de tolerancia, que permitiría tolerar el mal
para evitar otros mayores. Esto constituye un grave equívoco, que conviene
clarificar, pues ninguna ley que vaya contra el derecho natural es “tolerancia”
en el sentido permitido por la ley moral. Una cosa es “tolerar” un mal, por
ejemplo, no castigándolo por determinadas razones, y otra muy distinta –que constituye
una cooperación ilícita al mal y un pecado—es contribuir a “legislarlo”, a reglamentar
el ejercicio de ese mal autorizándolo positivamente.
Se trata, pues, de una cuestión de derecho natural, mientras
que ningún precepto de derecho natural obliga a adoptar el catolicismo como
religión de Estado.
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