La atrocidad del marxismo ruso consiste ante todo en que acarrea la
muerte de la personalidad humana y de la libertad. El comunismo no es solo la
negación de Dios, sino también la del hombre. Y estas dos negaciones están estrechamente
relacionadas entre sí. Su propaganda antirreligiosa lleva a la propaganda
antihumana. He ahí por qué está en los antípodas del cristianismo, de la
religión del dios hombre, que afirma no solo a Dios, sino también al hombre.
Berdiaev carga a
los cristianos con parte de la culpa del surgimiento del comunismo. Esto es muy
de cristiano, claro: mientras nosotros hacemos examen de conciencia, los
comunistas nunca tienen, según ellos, la culpa de nada. No le falta razón, a
decir verdad. Por otra parte, Berdiaev
distingue muy bien entre la fe cristiana y su degeneración en la moral
burguesa. Su análisis del cristianismo es de una gran lucidez, hasta el punto
de que casi puede leerse este libro como un libro de apologética. Esto, por
ejemplo, se ha repetido luego mucho, pero por entonces pocos lo veían:
Con la liberación del hombre de ese pandemonismo, la religión cristiana
preparó espiritualmente la posibilidad del desarrollo ulterior de las ciencias […] Las ciencias pueden alzarse contra el
cristianismo, pero echan en olvido, al hacerlo, que no hubieran existido sin su
influencia preliminar; olvidan que si han conocido un incremento en los tiempos
modernos lo deben, ante todo, a la liberación del espíritu humano de sus antiguas
supersticiones, y que esto lo consiguió la fe cristiana.
Y lo consiguió no solo a base de desendemoniar al mundo, sino de revalorizar el trabajo humano, pues
La civilización grecorromana, aristocrática en sus principios,
despreciaba el trabajo, lo consideraba como propio de esclavos. Y el
cristianismo vino a santificarlo. Cristo fue un trabajador, un obrero; de Él
son estas palabras: “el obrero merece su alimento”, que podemos unir a las de
San Pablo: “Si alguno se niega a trabajar no tiene derecho a comer”. Las
parábolas evangélicas relativas a los dineros, a los viñedos, evocan el
trabajo, la actividad, la obra creadora del hombre. “El hombre debe ver el
fruto de los talentos que recibió de Dios”. El trabajo, la actividad del
hombre, deben llevar su fruto. El hombre tiene que cultivar la tierra, debe
restituir más de lo que le fue otorgado. No puede justificar de ninguna manera
su pasividad con el Evangelio.
Probablemente por ello, y por la deshumanización del trabajo
que el primer capitalismo conllevaba, Berdiaev
forma entre los que son anticomunistas a fuer de anticapitalistas. Como para José Antonio, para él el comunismo es
una excrecencia inevitable del capitalismo.
Se trata de un análisis bastante ponderado, que parte de que
“para vencer la mentira del socialismo hay que conocer su verdad” (frase de Soloviev), pues “el comunismo ha sido
considerado hasta ahora más bien desde el punto de vista sentimental y emotivo
que desde el intelectual”. Desde que cayó la Unión Soviética probablemente se
vuelva a pecar de lo mismo, así que un libro como este no merece caer en el
olvido.
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