“Las gestas relatan siempre aventuras gigantescas, pero
mezcladas con detalles caseros del
héroe”. San Josemaría, que sin duda había leído la Odisea, podía estar pensando en ese momento en que Ulises dilata intencionadamente
el abrazo a su mujer, fingiendo desconfianza pero gozando con la expectativa
del encuentro. O en el diálogo final entre los esposos junto al árbol totémico
(o como quiera llamarse) plantado en medio de su aposento, símbolo quizá
de la una caro esponsal.
Naturalmente, la matanza de los pretendientes, precedida del
cierre de puertas y la hazaña del arco, me ha entusiasmado menos que la primera
vez, pero me sigue admirando lo poco que hemos cambiado como público desde
aquellos años. Cinematográfico (hollywoodiano, en concreto) cien por cien.
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